La nutrición es esencial en cualquier rutina capital, sea cual sea el tipo de pelo. La mascarilla es el producto nutritivo por excelencia ya que nutre el cabello desde dentro, aportando brillo, sedosidad y volumen. Además, lo protege de los daños a los que se expone como el tinte, el calor de las herramientas de peinado o el sol.
Hay diferentes tipos de pelo y debes saber cuál es el tuyo para encontrar la mascarilla que más se adecue a sus necesidades. Por ejemplo, el cabello rizado suele necesitar más hidratación y apuestan por mascarillas ricas en aceites y que ayudan a controlar el encrespamiento. Por el contrario, los cabellos lacios y finos suelen optar por mascarillas que hidraten sin engrasar la raíz ni quitar volumen.
La mascarilla se debe aplicar con el cabello mojado de medios a puntas, evitando tocar la raíz ya que puede engrasar la raíz o provocar otras reacciones, especialmente si el cuero cabelludo es irritable.
Se puede aplicar con un peine o mascarilla para que el producto penetre mejor. Se recomienda dejarla actuar entre 5 y 15 minutos y enjuagarla después con agua fría.
Las mascarillas y los acondicionadores se suelen confundir a menudo. Sin embargo, si usas acondicionador de manera frecuente podrás reducir el uso de la mascarilla a una aplicación semanal.
La principal diferencia entre ambos productos es que las mascarillas sirven para hidratar el cabello en profundidad y necesitan de más tiempo para que actúen (5 a 10 min). Por el contrario, la fórmula más ligera del acondicionador permite aclararlo al instante e hidratar y suavizar el pelo de forma efectiva y rápida.
Lo ideal es combinarlas: el acondicionador como producto de uso más diario y la mascarilla como tratamiento intensivo semanal.
